domingo, junio 04, 2006

La mano sin color


«Aquí se aprende muy poco, falta personal docente y nosotros, los muchachos del Instituto Benjamenta, jamás llegaremos a nada, es decir que el día de mañana seremos todos gente muy modesta y subordinada. La enseñanza que nos imparten consiste básicamente en inculcarnos paciencia y obediencia, dos cualidades que prometen escaso o ningún éxito. Éxitos interiores, eso sí. Pero ¿qué ventaja se obtiene de ellos? ¿A quién dan de comer las conquistas interiores?»
Así empieza este diario/novela delicioso, escrito por Robert Walser en 1909 en Berlín, tres años después de haber dejado el Instituto donde se había educado. Se lee con impaciencia, entre sonrisas y gestos de estupefacción, y se recuerda al final como una ráfaga de música que se ha quedado sonando, no se sabe muy bien dónde, estremecida... El truco consiste en esperar un par de semanas, y volverlo a leer.
P. D. : Por cierto, me gustaba más la portada anterior, la de la primera edición.

No hay comentarios: